15 November 2005

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL HURACAN


El Caribe por su situación Geográfica es más propensa y está más expuesta al fenómeno climátológico y atmosférico conocido como Huracán, dícese según el diccionario VOX de un viento muy impetuoso o violento. La mayoría de nosotros, sino todos, hemos presenciado su ira, su ojo, su clímax y su violenta y triste despedida. Cualquier parecido al amor es pura coincidencia y sino me creen analicemos las similitudes que hacen de estos dos fenómenos un paralelismo.
Al igual que el huracán, la llegada del amor es inesperada e inevitable.

Es mucha la energía, las emociones que pasan por nuestro sistema nervioso a la hora de prepararnos para el peor azote. Esas horas en las que permaneceremos en claustro con nuestros mas queridos seres son eternas y memorables.
Ese sudor profuso acompañado de cachetes colorados al ver esa persona que desprevenidamente nos roba el corazón, se vive en el momento de montar tormenteras. Por absurdo que sea, el amor y el huracán no discriminan en cuanto a raza, religión o sexo. La fuerza de ambas llega a sacudirnos más de lo que pensamos.

Ante la excéntrica naturaleza, somos animales más indefensos de lo que pensamos. Contra un huracán nada, pero hacemos todo lo posible por pasar el mejor rato mientras las 100 mph hacen de las suyas. Ya sea una dando una lata telefónica o una pela en juegos de mesa el huracán nos une como familia, como puertorriqueños, como ciudadanos. Nos eleva a una misma estrata de vulnerabilidad. En la mayoría de las ocasiones dejamos ideales políticos a un lado y acercamos ese corazón de jíbaro isleño aún más a nuestra alma, a nuestra humanidad y al amor por la vida. Todos tenemos nuestras formas de supervivencia, pero nada mejor para sobrellevar cualquier catástrofe que la compasión que podamos tener con los demás para hacer la convivencia mas agradable que triste y con beneficios para todos.

En el dolor y en el amor todos somos iguales. Muchos ricos y pobres lo pierden todo en este tipo de inclemencia, viéndose ambos en la calle. En la misma situación dejando el estatus, esa estrata social que los ubicaba por encima o por debajo se la llevó el viento. Ahora estan unidos en el dolor, en la desgracia, osea que la reaccion al fenómeno produce otra serie de fenómenos, que trascienden poseciones y posiciones.

Yo defino el SÍNDROME DE HURACÁN, como un virus caribeño que todos llevamos en el cuerpo y se activa con la llegada de un fenómeno atmosférico sensibilizando las áreas más racionales y esquizofrénicas del ser humano.
El mismo alcanza su “peak” 12 horas antes de la entrada triunfal de la tormenta a tierra, lo que se le conoce como el:

PERIODO DE ABASTECIMIENTO ALIAS, HISTERIA COLECTIVA.
Este puede manifestarse de diversas maneras dependiendo de la comunidad y sus necesidades. En Garden Hills por ejemplo las plantas eléctricas mantienen el virus en temperatura controlada. En cambio en la Parselas X del Barrio X del Pueblo X ya sea entre montañas o en la costa, el virus ebuye su temperamento hasta haccerlos llegar al grado maximo de cafrería. Tratamos de tenerlo todo bajo control: baterías, radios solares, neveritas con hielo, mapa de huracanes, galletas export soda, tormenteras, soga, clavos, gasolina y plantas eléctricas entre otras cosas, pero al final pocos lo logran. La versión 1.0 del programa para crear puertorriqueños 100% preparados para huracanes y desastres climatológicos todavía no ha salido al mercado. Pero lo curioso de este periodo es que ayuda a aumentar la frecuencia con que las personas intercambian palabras. No es que sean éstas necesariamente las más amistosas.

Imagínate que un día cualquiera en el supermercado, ves una persona que te atrae en la góndola de los cereales. Y entre el Special K y el Frosted Flakes lo escaneas, se acercan y a lo mejor hasta cruzan miradas, pero ninguno de los dos se atrave a hablarle al otro. Después de todo, quedaría uno como un loco si le comentara algo sobre las calorías o ingredientes o tal vez salir corriendo a darle algo que se le caiga. Así que sin nada que hablar, el encuentro a quedado en un “con permiso”, uno coje el Special K mientras el otro sigue con husmeando la góndola y adiós. Lo más seguro nunca se vuelven a ver. ¿Qué timidez estúpida no? Los dos muy cerca tal vez con las mismas ganas de hacer conversación. Pero y ¿de qué hablar y por qué? ¿Sólo porque la persona te parece nice o atractiva? No. Lo que pasa es que no hay INMINENCIA, no hay algo de vida o muerte de qué hablar, sin que resulte incómodo o raro. Lo que no pensamos es que hablarle a un desconocido no tiene nada de malo. Ese miedo fue infundado en nuestra niñez para no caer en garras de extraños que bendecidos con el don de la palabra quisiesen hacernos daño. Cosa que todavía de adultos inconscientemente seguimos pensando. Un mudo estartía muy de acuerdo conmigo en que la voz es un regalo de Dios para USARSE con las mejores intenciones y no para callar lo que uno quisiera gritar. Esa timidez, ese acercamiento nunca hecho, ahora es un fenómeno dentro del fenómeno Huracán y yo le llamo:


EL ABASTECIMIENTO DE INFORMACION
La llegada del huracán trae consigo la facilidad de dar y obtener información.
La comunicación via radio, teléfono, Internet, televisores y periódicos altera nuestra frecuencia, nuestra sintonía. Nos mantenemos atentos a toda información que pueda predecir el destino, el curso de todo. Después de todo, a quién no le gusta saber que esperar. Esto hace sintonizarnos unos con otros. Las ondas magnéticas comienzan a vibrar aún más fuerte. Esas tremendas destrezas de comunicación afloran automáticamente en cada uno de nosotros sin esfuerzo alguno. De buenas a primera, hace que nos entendamos con aquellos con quien nunca pensamos mediar palabra.

Y así, en este urgente viaje al supermercado en busca de comida para la supervivencia, nos vemos forzados a mirarnos verbalmente. A comentar en voz alta sobre nuestro destino, sobre las predicciones de Susan Soltero versus las de Ada Monzón. Esta tormenta provee a nuestra actuación, el escenario perfecto, la mejor excusa para hacer conversación con cualquier extraño en la búsqueda de tormenteras, clavos y paneles en Home Depot o en la guerra por salchichas y leche de cajita en las góndolas del Amigo, Pueblo, un Cash & Carry o colmadito de la esquina. La solidaridad ante la inminencia de una amenaza atmosférica, no es mas que una unión entre desconocidos. Y eso suena bien. Bien y mal al mismo tiempo. Eso lo he denominado como el:

PERIODO DE AMOR Y ODIO o CLIMAX DEL FENOMENO.
Ya que sabemos dónde y con quién pasaremos las horas del embate y habiéndonos abastecido propiamente de comunicación y productos de primera necesidad, nos preparamos para la mejor y peor parte del fenómeno. Esas horas de claustro obligatorio, que para los adolescentes rebeldes tiene que ser una pesadilla compartirlas sin sus amigos de jangueo. Para una familia disfuncional la oportunidad de conocerse aún más y de compartir unidos quizás por segunda vez en su vida. Como puede ser una noche de pasión para una pareja de amantes, solteros, casados o comprometidos.

El no tener trabajo, no tener que levantarse temprano, el friito, la ansiedad de la llegada, esa adrenalina de esperar algo que aunque un tanto predecible como una machina, nos hace experimentarlo diferente cada vez es electrizante. Sentarse unidos ya sea en familia a jugar juegos o a escuchar las noticias en la radio. Estoy segura que a todos nos ha pasado por la mente, cuando escuchamos ese primer boletín que marca la trayectoria de un posible embate a la isla, nos llene de tanta alegría pero también de tristeza. Son sentimientos encontrados, porque sabemos las consecuencias, hemos jugado el juego, nos sabemos la canción y nos gusta, pero muchas veces, termina con el peor de los finales, sin voz, desentonado como borrachos en una noche de Karaoke.

1 comment:

Anonymous said...

te leo desde la cd. de México, qué buen post!! creo que me explicas algo que de otra manera no podría imaginar